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RUMOR Y NIEBLA, por Joaquin Arespacochaga

"Albas y ponientes

claridad avisal

llaga repetida de lo extinto.

 

Trayectorias renacidas

de un canto digital

que escala eternidades.

 

Sordas acacias

En un jardín enmudecido.

Con sus alas detenidas

un remanso de silencios

el azar desdeña                                      

sobre el sigilo del instante.

 

Salvas de polvo y viento

Descifrando el acerbo de los siglos.

 

Todo ha sido".

 

Joaquin de Arespacochaga.

 

La poesía libérrima de Joaquin Arespacochaga nos envuelve en todo su fraseo por su ritmo vibrante, lleno de lejanas referencias, pero, a la vez, perfectamente pautado de principio a fin.

 

Con seda y mando, Joaquin Arespacochaga es poeta que convoca mundos que nos saben cercanos, enroscados en un tiempo otorgado, capaz de transportarnos de inmediato a una jurisdicción muy pegada a lo que nos es más propio y arraigado.

 

Usando recurrentes interpelaciones, suaves cadencias y otros acentos, el estilo de Joaquin Arespacochaga logra envolver al lector en un recinto acompasado, pleno de cadencia y candor, marcado con una pautada belleza y la hondura sencilla de un mensaje entrañado, que sólo se advierte cuando uno termina de saborear su ajustado recorrido.

 

Es como si se percibiesen sensaciones alguna vez vividas, como si uno sobrevolase inmanencias impregnadas de lo propio, de lo nacido con cada cual, pero al mismo tiempo, rumor sentido alguna vez por todos. Hay siempre en los poemas de Joaquin Arespacochaga una especie de reverberación platónica que nos induce a pensar que leer es sólo recordar, en una especie de "dèjà vu", de entusiasta paramnesia de haber sentido en algún momento aquello que se está leyendo y a la vez rememorando.

 

La lírica de Joaquin Arespacochaga tiene una evidente dimensión evocadora, se percibe tejida con un armazón de recuerdos y peripecias comunes, de suertes hondas que uno siente haber vivido en inciertas ocasiones, que uno sólo es capaz de vislumbrar.

 

En este poema, el nítido final da sentido al conjunto. Nuestra sola presencia altera el presente, dicho en clave cuántica, y ese presente de nuestra presencia, se hace inmediatamente pasado.

Joaquin Arespacochaga, como creador, filtrea con el pasado. Recurre aquí a esa pulsión tántrica que gusta reunir el origen y lo pretérito, en un todo anacrónico.

 

El presente como representación en esencia del tiempo absoluto, que delimita la existencia de hechos pasado y futuros. Aunque para Joaquin Arespacochaga, este tiempo presente aparentemente hegemónico queda diluido en favor de un pasado acaparador que parece durar siempre, y desde siempre. Batalla de presentes sobre campos de olvido.

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